Friday, March 27, 2009

No sólo Yo

¿Qué sucede cuando el pasado se olvida? ¿Los hechos se repiten sin ningún cambio? Para evitar una respuesta, Alemania, donde Angela Merkel es la máxima expresión de poder, evoca cada que puede su historia.

Lo anterior se muestra en películas como La vida de los otros y La Ola. Ambas recurren a la memoria colectiva del espectador teutón para decirle: “esto ya pasó, de ti depende que no vuelva a ocurrir”.

En las dos cintas se isa la bandera del saber a través de las consecuencias que acarrean ciertos acontecimientos. La Segunda Guerra Mundial y la división germana en dos bloques; de eso hablan los filmes.

En La vida de los otros se representa la forma de vida de dos artistas de los años ochenta, quienes sufren por las paradojas que la vida les presenta. La infidelidad o la muerte, la muerte o el fin de una carrera, la delación por el apoyo a una ideología o la traición por un pensamiento autónomo.

Por su parte, La Ola logra un desarrollo a través de un tema central: la dictadura, sus formas de organización y, lo más relevante, el cambio que produce en el humano; la influencia como control sobre una persona.

Incluso, en El Experimento, otro film alemán, se da cuenta del comportamiento del hombre, de las modificaciones que una situación excepcional produce en una persona. Y aquí es cuando se da el enlace con cualquier dictadura.

Ya sea en Irán, México o Alemania, una autarquía implica miedo, coraje, impotencia a sus habitantes. El problema se da cuando ese sistema de gobierno ve cerca su fin, porque es cuando se vuelve más rígido.

La historia de la cinta La vida de los otros se plantea cuando el régimen de Alemania Oriental comienza su debacle, en una década, la de los ochenta, cuando el comunismo fluctúa entre un porvenir y un fin.

Y en medio de una situación global, a saber, el capitalismo como medio para llevar igualdad a la gente, en un país se da un contexto propio de la mitad del siglo XX, cuando el Estado vela por la seguridad de sus habitantes, aun, a costa de la libertad de los mismos.

Es así que la Stasi (lo que viene a ser la DFS en México, o la Savak en Irán) lleva a cabo operaciones encubiertas para vigilar a posibles enemigos del país, quienes propalen una imagen no conveniente a los intereses de la clase gobernante.

¿Quién tiene los medios para llevar al exterior detalles que a una dictadura no le dan risa que se sepan? Los propios políticos y las élites de la sociedad: intelectuales, artistas, pintores, etcétera.
¿Cómo evitar que esos pequeños grupos de gente ilustrada cuente al mundo de las injusticias que se dan dentro de su vida cotidiana? Aquí es cuando la represión aparece y se forja en múltiples expresiones.

Las amenazas no explícitas, la coerción, la vigilancia a todas horas, el sexo como moneda de cambio para conseguir una libertad menguada, todas ellas persiguen un fin único. Éste es el convertir a la población en robots sin pensamiento autónomo y el confrontar a cada humano con su semejante, que es igual a lograr una desconfianza mutua.

Un Estado totalitario lo es en tanto sólo él debe tener la razón, es imposible que cometa un equívoco, eso no, eso es impensable; los interrogatorios con base en la tortura nunca son fiables por una norma elemental; ésta indica que un humano va a mentir si se le deja de maltratar.

En otra instancia, la suspicacia hacia el Otro conlleva otros fenómenos, por ejemplo, la delación, el ver por el bienestar de uno sobre el de los demás, o el estar en una situación sin salida donde se piensa en uno, sí, en singular, no en el Otro, que implica un ente ajeno a la primera persona, al Yo.

Muestra de lo anterior se ve en La vida de los otros, La Ola y en El Experimento en sus respectivos finales. Ello porque lo peor que un gobierno puede hacer a sus habitantes es llevarlos a un límite donde no sepan de qué lado están, qué les interesa y es por lo mismo que surge una tragedia: un hecho impensable que surge como efecto de la unión de otros sucesos.

Una dictadura lo es por sus acciones llenas de sevicia hacia la gente. Sin embargo,cuando la población llega a un límite se organiza de tal forma que el poder de una autarquía queda sin sustento.

Para lograr un movimiento contra un poder sin sustento, los humanos deben arriesgar su propia vida en pro de un futuro con sentido y ello se muestra en La vida de los Otros, donde un escrito conlleva traición, perdida de ideales, acogimiento de otros y en síntesis superar el Yo y ver por los demás.

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