Sunday, March 15, 2009

Lenguaje y uno de sus expertos: el corrector

VIII.

El lenguaje, ese sistema por medio del cual los humanos se comunican entre sí, es un tema que da para infinidad de párrafos de tres, de cuatro, de cinco líneas. Sin embargo, este escrito sólo obtiene un enfoque: el de la industria editorial, el del corrector, el de reproducir el uso de una lengua para un público determinado, quien debe identificarse con lo que está inscrito dentro de un texto.
El corrector, como ya se ha hecho mención, tiene diversas tareas y entre ellas destaca el que debe ser un experto en todo lo que al lenguaje se refiere. Sin ese saber, el corrector no puede desempeñarse en su trabajo de forma adecuada.
¿Y cómo va a aprehender ese conocimiento? Por medio de los diccionarios, sí; de las enciclopedias, también; pero la principal fuente de saber está en el mundo, en las experiencias, en el observar el habla de la gente.
Lo anterior tiene un uso: ayuda al corrector para saber qué vocablo representa de forma más verosimíl una situación. Ello no implica realizar una modificación a una obra sin la autorización del autor, todo lo contrario, conlleva charlar y llegar a un punto de acuerdo, donde el "inventor" no sienta que alguien está transformando sus ideas. Es aquí donde se aprecia el carácter diplomático de un corrector: para lograr acuerdos con el literato.
¿Con qué argumentos un corrector puede contradecir a un escritor? Es en este eje donde entra el elemento cultural. Un corrector debe ser un lector voraz, atento y siempre pendiente de las posibilidades de cualquier lengua; verbigracia, el español cuenta con un gran número de morfemas para nombrar a una persona, un hecho, un detalle, etcétera.
La actividad del corrector conlleva una gran responsabilidad y un límite, el cual no siempre se presenta a simple vista, porque da cuenta de las posibilidades de una lengua: ¿hasta qué punto la creatividad debe estar por encima de las reglas gramaticales? ¿Cuándo es conveniente usar una palabra y no otra?
Así como las pasadas hay otras preguntas. Las respuestas no se dan por simples fórmulas, sino en una combinación de éstas con un instinto, donde éste se puede definir, en el caso del corrector, como el chispazo que le dice: ¡Aquí sí va esta letra y allá se puede modificar por esto y esto y esto..!
En síntesis, el corrector debe ser un maestro en el uso del lenguaje y para ello son de invaluable ayuda los diccionarios y las enciclopedias, pero estos últimos no dictan totalmente cómo se usa un término.
La sociedad es quien decreta la forma en que una expresión debe utilizarse: los cambios en una lengua se dan por la humanidad; el habla es el reflejo de las adecuaciones que un grupo realiza y la industria editorial, mas, sobre todo los narradores y otras élites deben saber cómo hacer que la gente obtenga un conocimiento extenso de un idioma.

Referencia: Silvia Peña-Alfaro, “De la corrección a la ultracorrección”, en: Libros de México, núm. 51, p.21-25.

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