Sunday, February 15, 2009

Sin histeria

II.

Giovanni Sartori en su libro Homo – videns. La sociedad teledirigida desarrolla varias ideas con base en la premisa siguiente: la tecnología, sobre todo la televisión, cambia totalmente el pensar y actuar humano.

Cada medio masivo de comunicación sí modifica a sus beneficiarios, en tanto el uso que éstos le den. El media por sí sólo no altera de forma instantánea a las personas, por ello aún existe, verbigracia, el teléfono.

Desde la imprenta la gente comienza a usar otras formas para comunicarse: la oralidad pierde su espacio central. Y para Sartori ello conlleva un progreso en tanto que cada invento da una mayor significancia a la gente.

Aquí es cuando llega la televisión y ésta con su tiranía de la imagen real aleja al receptor, porque vive un suceso, pero no lo siente y ello profundiza una ausencia de otredad, que conlleva un espacio silente entre los hombres y mujeres.

Si bien lo anterior es cierto no por ello el humano se convierte en un mero receptor. En tanto el público siempre está inmerso en un contexto determinado su capacidad para asimilar "algo" está presente.

Dice Sartori que la televisión no acerca y no propicia interacción alguna; la acción recíproca se desvanece en el espacio de las ondas radioelectromagnéticas. Sin embargo, sí hay respuesta por parte de quien ve, por ejemplo, Drake y Josh, desde el instante en que decide cambiar de canal.

La pantalla chica quizá sí enseña a los infantes, mas no es la única: también cuenta lo que el teórico italiano llama la “escuela aburrida”, la familia, los amigos, incluso hoy en día, de la Internet se aprehende.

Por otro lado, el florentino coloca a la televisión en el nicho correcto. Ésta conlleva una alteración en el actuar de los media para con sus públicos; los noticiarios televisivos no explican, sólo dan hechos que parecen, pero no están aislados entre sí.

La imagen no implica un pensar, se muestran guerras y no su razón de ser. Los niños prefieren ver esos productos a leer un libro, porque sus padres también lo hacen y porque las políticas públicas no se preocupan por reglamentaciones o leyes que tomen en cuenta a la televisión pública y comunitaria; sólo se piensa en concesiones para los magnates.

Aquí es cuando se muestra un vínculo que Sartori olvida. La televisión, como ya se ha hecho mención, por sí misma no es un aparato del demonio: depende del uso que el público le dé y lo mismo acontece con cualquier otro media.

¿Lo anterior significa que el Estado debe y es el único capaz de implementar medidas para regular el espacio radioelectromagnético? Sí y no. Sí, porque es su función el velar por sus ciudadanos y no, puesto que también depende de las personas el realizar movimientos para que el poder los tome en cuenta.

En los tiempos actuales únicamente no es cuestión de tener un Estado fuerte o de empresas planetarias o de contar con sociedades activas o inértes. Todo ello se debe unir, complementar, no sólo uno de esos factores debe funcionar por sí solo y ¿Por qué medio se pueden unir los tres grandes elementos para hacer del mundo uno sólido?

La Internet se perfila como el espacio idóneo para que los humanos, en general, alcancen a dirimir sus diferencias; empero, esa realidad parece lejana: aún los consorcios acaparan a la red de redes.

En síntesis, la televisión sí cambia el comportamiento humano por la forma en que éste la usa, además, la imagen acapara un lugar central no sólo por el media, sino, porque los humanos, que deciden por los demás , por ejemplo, políticos y empresarios, así lo quieren ¿Por qué? No les interesa contar con una sociedad de ciudadanos, capaces de realizar críticas y propuestas.

¿Qué pasa con los infantes? ¿Serán unos niños de por vida? Ello depende del contexto dentro del cual se desenvuelvan y ahí entra la importancia de la familia y sobre todo de los padres. No obstante, los esfuerzos por realizar una televisión educativa y divertida son admirables: ¿Quién no recuerda Plaza Sésamo o quién no conoce a Dora la Exploradora?

El hecho de contar con generaciones más visuales no tiene por qué conllevar una histeria total; esa característica puede usarse para buscar e implementar nuevos paradigmas en la enseñanza, en la política y en el ámbito cultural.


Sartori, Giovanni. Homo videns. La sociedad teledirigida. ED. Taurus. Madrid, 1998.

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