Saturday, May 9, 2009

Delito y resurrección

Cuando las penas logran disiparse, cuando los ruidos de tu mente dejan de funcionar, al instante en que tú empiezas a pensar en la palabra prohibida, en la s seguida de la u y luego la i que comienza a formar el sentido, para acatar el sendero de la c, otra i, la d, otra i y para estas alturas la acción ya no necesita ser nombrada, es un camino para la desesperación, para el fin de tu destino, cuando no sabes qué hacer para acabar con el dolor y el enfrentar a la vida no es tu salvación, eres demasiado débil.

Tú crees que la debilidad es innata a mí, equivocado estás; pero me doy cuenta de la forma en que el mundo ve a la gente como yo y digo como, porque incluso aquellas no son exactamente iguales a mí. Sí, observo tu mirada, no crees lo que expreso; sin embargo, ni siquiera tú reconoces tus estereotipos, tu cerrazón a la vida; eres un ente que deambula por aquí y por allá siguiendo las reglas que los demás marcan; nunca innovas.

Lo que dices puede ser cierto o quizá no, mas algo no es errado, tú has cambiado, nunca serás las que fuiste, por eso te había ignorado, porque desprecias lo que yo adoro, porque a tu lado me haces sentir como un sujeto anacrónico en cualquier aspecto; fuiste para mí, pero ahora nunca más lo serás. Has avanzado.

Sé lo que dices. He visto hacia delante, nunca hacia atrás y mucho menos me he quedado estática a la mitad del camino mientras un camión me arrolla. Sí, no fue tu culpa, tampoco la de él. Veamos las diferencias: tú aún respiras, él está más muerto que tu madre. No me veas así, lo sabes, ella también debió morir, así como tú lo harás, ahorita mismo, aquí; esta pistola que sostengo será colocada al lado de tu cabeza en tu ataúd. Sí, sufre, sufre, porque sólo oirás este sonido.

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Al fin, lo he hecho, aquél está inerte, en su cama, en su casa y nadie sabe qué le habrá pasado, a nadie le importaba, ni a mí. Lo peor es que no he sentido nada al jalar el gatillo, que cosas. Gato muévete, tu mirada no me asusta; le tengo más miedo a mis propios ojos, los espejos nunca serán tan acusadores. Lo mejor será llevar a cabo la palabra prohibida, es eso o mejor corro y considerando que mis piernas no tienen movilidad y que esta silla de ruedas no me da para huír sin aspavientos, mejor me acerco a esa ventana ¡Qué paisaje tan hermoso!

Veo los edificios, el Sol, ahora contemplo las ventanas, a las personas; todo y todos están más cerca, el piso aparece ante mí.

El cráneo queda deshecho, los viandantes oyen el ruido; con mi último aliento contemplo la mirada aterrada de esa joven de unos quince años, ¿la marcará el haber visto a una mujer morir? Ojalá no.

Curioso que lo primero que vea en esta forma incorporea sea mi delito, o más específicamente, la prueba del mismo: ese cuerpo maldito, ese sujeto sin alma, ese demonio en vida y Nada, nada aquí en la muerte, por él estoy aquí, en una oportunidad para renacer.

¡Qué bonita luz y oscuridad! Y aquí, ahorita renazco, soy otra, a comenzar de nuevo, a vivir.


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